Descripción

Se trata del último gran encargo pictórico realizado en la catedral compostelana, en este caso, en relación con un nuevo altar jacobeo para el Año Santo de 1920 que estaba situado en la capilla de Sancti Spiritus.

Tras la retirada del coro de la nave mayor, se trasladó a dicha capilla el retablo de la Virgen de la Soledad, lo que obligó al tríptico a deambular por diversos espacios de la catedral y a deteriorarse gravemente hasta su restauración en 2019.

En el tríptico, Juan Luis, que se encontraba en sus años de apogeo, en la década de los 20 del siglo XX, demostró sus profundos conocimientos de los maestros primitivos italianos y, también, del arte de las vanguardias, sobre todo, del impresionismo y el simbolismo prerrafaelista.

En la tabla central se representa la Llegada del Espíritu Santo, siguiendo el relato de los Hechos de los Apóstoles. La escena está centralizada por María entronizada en una arquitectura neogótica, que se encuentra acompañada de once apóstoles: seis a un lado y cinco al otro. En primer plano están san Pedro y san Juan: el primero, vestido con capa de color mostaza y el rostro barbado; mientras que san Juan, de rojo, se representa imberbe y con cabello largo. 

Del resto de los apóstoles, a pesar de estar individualizados en rostros, actitudes y vestimenta, sólo se distingue a Santiago el Mayor por las vieiras bordadas en su capa. Son testigos de la llegada del Espíritu Santo en forma de paloma nimbada. Al fondo aparece un frondoso paisaje.

En la tabla de la izquierda se dispone santa Isabel de Portugal, portando en sus manos una corona sobre un cojín, con el Pórtico de la Gloria de fondo y, en la derecha, san Francisco de Asís; ambos, santos relacionados con la peregrinación a Compostela que servirían de referencia para los nuevos peregrinos jacobeos.