Descripción

Se trata de la decoración pictórica que ocupa los dos tramos rectos de la bóveda de cañón de la capilla mayor, la bóveda de cascarón y las columnas del triforio, llegando hasta el crucero y el cimborrio.

La decoración original fue realizada en 1604 por el pintor aragonés Juan Bautista de Celma; siendo repintada sesenta años más tarde por Juan Paz de Camaño, José Paz Gómez de Sotomayor, Antonio Montanero, Antonio de Romay y Antonio de Castro Santos.

Las pinturas que se conservan en la actualidad fueron atribuidas por López Ferreiro al pintor Gabriel Fernández, basándose en comprobantes de pago de la Fábrica de la Catedral que lo documentan trabajando en ella durante la década de 1760.

Esta decoración destaca por la profusión de motivos dorados que se extienden sobre fondo azul, anunciando el rococó y en un perfecto diálogo con el tabernáculo realizado por Domingo de Andrade. En la parte baja de las bóvedas, varias figuras sostienen estandartes, escudos y banderas, mientras que, hacia el centro, innumerables ángeles avanzan portando instrumentos, palmas, coronas y distintos emblemas jacobeos ―la venera, la cruz de Santiago, el bordón del peregrino, la urna y la estrella―. De este modo, se resalta la importancia del lugar que sobrevuelan: el sepulcro del Apóstol.