


Arte y oficio en Compostela
Situándonos en los inicios del siglo pasado, podemos decir que Santiago continuaba siendo una ciudad donde las mal llamadas artes menores se seguían desarrollando de forma simultánea en diferentes zonas de su casco urbano, destacando tallistas, orfebres y azabacheros, entre otros.
La Catedral y las numerosas órdenes religiosas habían creado, y continuaban creando, unas necesidades de ornato que demandaban artistas de distintas disciplinas. Paralelamente a estas necesidades religiosas, la aristocracia y la burguesía de la ciudad reclamaban también objetos civiles decorativos y de uso.
En este contexto, el santiagués Antonio Cimadevila, siguiendo la estela de sus antepasados (José Ventura Lorenzo y Miguel Bruzos Cimadevila), se traslada a Ourense, donde abre en los años veinte la joyería Cimadevila. Allí se muda entonces su sobrino, el también compostelano Ángel Iglesias, que se forma en la joyería de su tío.
Transcurridos unos años, Ángel abre su propio negocio en la misma ciudad, al que sumará en 1948, junto a su hermano José, la joyería de Santiago de Compostela, que regirá este último hasta el año 2008. José conservará para la misma el nombre de “Ángel”, en honor a su hermano.
Ese ambiente compostelano, en el que se respiran tan variadas y diferentes artes, motiva a Ángel y a José Iglesias a concebir las obras de orfebrería y joyería como multidisciplinares; por ello, en los trabajos del taller de “Ángel” es frecuente encontrar talla en marfil, madera de boj, joyería y esmalte.
Incorporan también la “filigrana compostelana” con profusión en algunas de sus obras, tanto en joyería como en orfebrería, convirtiéndola en ocasiones en seña de identidad.
Como ejemplo de esa tarea multidisciplinar, se puede contemplar en el pasillo central una selección de diferentes trabajos que son referente del arte y el oficio en Compostela.
La Catedral y las numerosas órdenes religiosas habían creado, y continuaban creando, unas necesidades de ornato que demandaban artistas de distintas disciplinas. Paralelamente a estas necesidades religiosas, la aristocracia y la burguesía de la ciudad reclamaban también objetos civiles decorativos y de uso.
En este contexto, el santiagués Antonio Cimadevila, siguiendo la estela de sus antepasados (José Ventura Lorenzo y Miguel Bruzos Cimadevila), se traslada a Ourense, donde abre en los años veinte la joyería Cimadevila. Allí se muda entonces su sobrino, el también compostelano Ángel Iglesias, que se forma en la joyería de su tío.
Transcurridos unos años, Ángel abre su propio negocio en la misma ciudad, al que sumará en 1948, junto a su hermano José, la joyería de Santiago de Compostela, que regirá este último hasta el año 2008. José conservará para la misma el nombre de “Ángel”, en honor a su hermano.
Ese ambiente compostelano, en el que se respiran tan variadas y diferentes artes, motiva a Ángel y a José Iglesias a concebir las obras de orfebrería y joyería como multidisciplinares; por ello, en los trabajos del taller de “Ángel” es frecuente encontrar talla en marfil, madera de boj, joyería y esmalte.
Incorporan también la “filigrana compostelana” con profusión en algunas de sus obras, tanto en joyería como en orfebrería, convirtiéndola en ocasiones en seña de identidad.
Como ejemplo de esa tarea multidisciplinar, se puede contemplar en el pasillo central una selección de diferentes trabajos que son referente del arte y el oficio en Compostela.