
Esmalte de Carlos II y aderezos de brillantes
Esmalte al fuego sobre lámina de oro de Carlos II que representa al último rey de la casa de Austria. En él, el monarca aparece ataviado con armadura, pañuelo de encaje flamenco y banda de capitán general, a la manera en la que fue retratado a caballo (en lienzo de gran formato) por Lucas Jordán, en retrato de cuerpo entero por Carreño de Miranda y en una miniatura de busto por Claudio Coello; todos ellos, en edad similar al esmalte que observamos.
Con toda probabilidad, estamos ante un obsequio real, datado próximo al año 1695 y único esmalte referenciado de este monarca. Asimismo, es una pieza excepcional ya que normalmente los esmaltes se realizan sobre lámina de cobre y, de manera muy excepcional, sobre lámina de oro.
El reinado de Carlos II estuvo condicionado por su enorme debilidad física: apenas podía sostenerse en pie, debido posiblemente, al menos en parte, a la consanguinidad. Esta circunstancia provocó una época de grandes dificultades e intrigas palaciegas entre validos y regente; y su muerte, una guerra por la sucesión al trono, ya que no tuvo descendencia.
Aderezos
Eran conjuntos de gran vistosidad formados por broche, pendientes y sortija, aunque podían incluir algún otro complemento, como brazaletes. Solían estar elaborados en oro y piedras preciosas, generalmente diamantes, esmeraldas y perlas; estaban destinados a las mujeres, que acostumbraban utilizarlos en las recepciones y galas de noche. En este ámbito se pueden observar tres aderezos en las tres tipologías mencionadas: diamantes, esmeraldas y perlas barrocas, pertenecientes a los siglos XVII y XVIII.
La pieza central de estos conjuntos podía lucirse bien como “rosa de pecho”, utilizada como decoración central del busto, bien como ahogador, esto es, como pieza que, con una cinta, se ceñía al cuello. Se conocían también como joyel de cuello y en los siglos XVII, XVIII y XIX eran piezas representativas de estatus social.
Joyas de día, joya de noche y rosarios
En tiempos pasados, en las horas diurnas, el ornato femenino debía ser elegante pero discreto.
Como hemos comentado, el más vistoso se reservaba para las veladas nocturnas.
Como ejemplo de aderezo de noche se muestra la pieza central, formada por un collar, habilitado también como rosa de pecho, de tres cuerpos, lazo y dos elementos pendientes, en oro y diamantes.
El ornato de día estaba representado básicamente por pendientes más sencillos, anillos y prendedores. Los metales que encontramos en ellos son el oro y el platino, ocasionalmente la plata; como piedras, solían emplearse diamantes, brillantes, esmeraldas, rubíes y zafiros azules. El diamante y el brillante son el mismo material (carbono puro cristalizado), pero difieren en su talla y por lo tanto en la forma en que reflejan la luz ―la talla brillante es una incorporación del siglo XIX―. Podemos observar en este ámbito distintos modelos de los siglos XVIII y XIX, así como joyas isabelinas y alfonsinas.
Los rosarios formaban parte de los complementos para los actos litúrgicos. Hasta el siglo XIX conformaban un elemento del ajuar femenino de cualquier condición, solo diferenciados entre ellos por la calidad y material empleado en su elaboración. Los diferentes materiales, dependiendo de las posibilidades del poseedor, se utilizaban en diversas ocasiones, según el rito o la representatividad de la persona en dicho acto. Los tres que presentamos aquí son una muestra de tres de ellos significativos y distintos: engarce de oro con cuentas del mismo metal, engarce de oro con cuentas de coral y engarce de plata y filigrana con cuentas de nácar. Todos se corresponden con una alta significación social y muestran una refinada calidad artística.
Joyas representativas para actos religiosos y joyería popular gallega
En la parte central de este ámbito podemos observar un aderezo del siglo XVIII de oro, plata y diamantes de significación religiosa, que remata su extremo en una cruz. Esta pieza estaba reservada para celebraciones de relevancia del ámbito litúrgico.
A su izquierda se encuentra una rosa de pecho de filigrana y plata sobredorada del siglo XVII que representa a santa Rosa de Lima, complemento reservado también para celebraciones de tipo litúrgico.
A la derecha del aderezo principal tenemos una pieza del ámbito civil: un reloj del siglo XVIII con la llamada coloquialmente “chichonera”, una sobrecubierta que protege la cubierta primera del mecanismo del reloj. Este, de factura francesa, está realizado en oro, esmalte y strass, con dispositivo de rueda catalina. Asimismo, pende el reloj de un artificio llamado chatelaine, que sirve para mostrarlo como elemento decorativo y facilitar, mediante la cadena, la observación de la hora y evitar que pueda caer al suelo, lo que resultaría fatal para su delicado engranaje.
El reloj era un complemento de distinción y clase, tanto por los materiales que lo conformaban como por la perfección y dificultad de su mecanismo.

En segundo plano, a la izquierda y hacia arriba, se puede observar un complemento de exclusividad: se trata de una tiara-diadema napoleónica que se utilizaba en el ámbito civil y se reservaba para actos de alta representación o reunión social. Está datada en torno a 1790.
En el centro superior y a la izquierda se encuentra la joyería de ámbito regional y popular. Estaba destinada a actos, reuniones sociales o fiestas de carácter local y regional, y era un signo de prestigio. Estas joyas, en el caso de Galicia, están compuestas por elementos decorativos de filigrana, entre los cuales podemos observar “sapos” para lucir en el pecho, con sus pendientes a juego, arracadas, etc. Las aquí expuestas pertenecen a los siglos XVIII y XIX.