En la parte inferior se puede observar orfebrería civil de mesa compostelana, cuyos elementos muestran las marcas de distintos plateros de Santiago del siglo XIX y principios del XX; a la derecha, objetos de uso de la sociedad compostelana en plata, nacional o extranjera.
En la parte superior, en dos niveles, vemos distintos objetos datados en los siglos XVII y XVIII que forman parte del repostero del comedor principal y del servicio de mesa, todos ellos de adquisición nacional o importada y que forman el ajuar de uso de una vivienda de relevancia social.
Todos los objetos religiosos expuestos en este ámbito son de factura compostelana y de uso litúrgico, excepto uno, el cuadro de ofrendas de Santiago matamoros. Los cuadros de ofrenda eran obsequios que el Cabildo catedralicio ofrecía a personalidades de relevancia como regalo por distintos motivos, entre ellos, la presentación de la Ofrenda del 25 de julio.
Su tamaño y vistosidad variaban dependiendo de la importancia del obsequiado o de su representatividad. El aquí expuesto es, de entre los que se conservan, uno de los de mayor empaque y dimensión. Obra de José Losada, artífice del botafumeiro y la urna apostólica, representa a Santiago caballero en la Batalla de Clavijo.
Los dos esquinales, san Pedro y san Pablo flanqueados por apóstoles, podrían pertenecer a los ensayos previos realizados antes de definir la estética final de la urna de Losada.
El resto de piezas son objetos de uso litúrgico para la celebración de la misa y los oficios, así como complementos pertenecientes a la decoración de imágenes (corona y rostrillo de Mateo Aguirre) o pequeñas figuras de santos, pertenecientes a estructuras de mayor entidad.
Está comúnmente aceptado que en España fueron los pintores los que consiguieron un estatus social por la naturaleza intelectual de su arte, sin embargo, fueron los plateros los primeros en lograr tal distinción.
La transcendencia de la familia Arphe y, sobre todo, los tratados de Juan de Arphe, que podemos contemplar en esta exposición, los equiparaban a los tratadistas italianos que habían teorizado sobre el carácter intelectual de los escultores del oro y la plata. La Real Pragmática de Carlos I de 1552, por la que
se autorizaba a los orfebres a vestir de seda, fue el símbolo de esta distinción, prerrogativa que estos exigieron en las Ordenanzas de Carlos II, que también se pueden ver en esta muestra en su 1ª edición de 1694, pieza de excepcional rareza.
Se reúnen en este ámbito piezas de dos tipologías: por un lado, las de uso civil, como la bandeja repostera de Otero y el espejo cornucopia de Ricardo Martínez Costoya, ambas de factura compostelana; por otro, las de uso religioso, si bien dos de ellas ―el Cristo de plata y el Niño Jesús de cera― son también religiosas pero domésticas, es decir, formaban parte de pequeños altares del ámbito familiar.
Reviste especial interés la naveta renacentista, destinada a contener el incienso para la liturgia, y el Cristo de plata del siglo XVII, realizado según modelo de Guglielmo della Porta. Los cristos de Della Porta están considerados como obras clave de la Contrarreforma, que se inicia con el Concilio de Trento, convocado por Pablo III y concluido en el pontificado de Pío IV.

Este modelo de crucificado, creado en Roma, se asoció con la victoria de Lepanto frente a los turcos y esto propició su difusión. La obra expuesta presenta enormes similitudes con el crucificado de marfil salido del taller de Guglielmo, que perteneció a Pío V. El éxito de estos crucificados termina bajo el pontificado de Urbano VIII, cuando muere el último heredero de Guglielmo, Teodoro Della Porta (1638), y se difunden nuevos modelos de producción local, más dramáticos y expresivos.
El espejo cornucopia del platero Martínez Costoya es uno de los escasos ejemplos de esta tipología dentro de la platería civil, en general, y la compostelana, en particular.
El Niño Jesús de cera se corresponde con los modelos dieciochescos de carácter verista realizados en este material que formaban parte de los altares domésticos en casas de relevancia.
Por otro lado, al coral rojo se le confería un carácter protector, especialmente en la infancia; así, al pie vemos un sonajero con los elementos de protección (silbato, cascabeles y coral rojo) para ahuyentar los maleficios