
Dentro de las artes decorativo-suntuarias, dos materiales surgen como novedad en Occidente en los siglos XVII-XVIII: el vidrio con alto contenido en plomo, que tomará prestado el nombre de “cristal”, y la porcelana.
El secreto de la porcelana, conocida en Oriente y codiciada y envidiada en Occidente, se desvela en esas fechas en Europa; en concreto, se atribuye a Ehrenfried Walther von Tschirnhaus la invención de la porcelana en el viejo continente (1708), y las primeras fábricas comienzan instalándose con patrocinios reales.
Respecto al vidrio con alto contenido en plomo, sucede algo similar. Se atribuye a George Ravenscroft (1618-1681) la inclusión de plomo al vidrio de potasa. Este proceso le otorga una dureza y transparencia que lo asemeja en brillo y lustre a los cristales naturales, concretamente al cristal de cuarzo, material de alta dureza que se trabajaba mediante talla. El vidrio se puede conformar mediante proceso de fusión y posteriormente, si se desea, puede ser tallado. También estas primeras fábricas son esencialmente de patrocinio real.
Observamos en este ámbito dos jarras de cristal de la Granja de San Ildefonso del siglo XVIII; una serie de objetos domésticos en vidrio del XIX procedentes del pazo do Tumbiadoiro; y una pieza de “cristal” moldeado de René Lalique (ca. 1920).
En porcelana podemos contemplar tres ejemplos: una bailarina de porcelana de Baviera de clara influencia art decó; un grupo de baile de porcelana de Sajonia del siglo XIX al gusto romántico y, por último, una pastora de porcelana austriaca, de Ernest Sperlaeken, de finales del XIX de carácter naturalista y bucólico